Este conjunto de sierras y macizos montañosos, constituye un ámbito donde la vegetación y la fauna del sector central y suroccidental de la península ibérica se conservan con una amplitud y continuidad excepcionales, formando una mancha de monte de extraordinaria riqueza florística y faunística. Así, los Montes de Toledo conforman un hábitat vital para la supervivencia de poblaciones de especies de aves catalogadas en peligro de extinción, como es el caso del águila imperial ibérica, con 59 parejas nidificantes en esta zona, destacando por su importancia para la especie la Sierra del Castañar, con la máxima densidad de parejas nidificantes; el buitre negro, con importantes colonias reproductoras superando las 200 parejas, localizadas en el Macizo del Chorito (Parque Nacional de Cabañeros) y Sierras del Pocito y La Higuera, o la cigüeña negra, albergando una reducida población reproductora e importantes zonas de alimentación, además de especies amenazadas de aves rapaces como el águila perdicera, el águila real y el elanio azul, entre muchas otras.
El sector oriental de los Montes de Toledo adquiere una excepcional importancia para el lince ibérico, especie catalogada en peligro de extinción y calificada por la UICN como el felino más amenazado del mundo. La abundancia de poblaciones de especies-presa y la continuidad, extensión y grado de conservación de formaciones vegetales que conforman el hábitat de esta especie, confieren a las Sierras de Madridejos, Urda, Consuegra, Fuente el Fresno y Villarrubia de los Ojos, Macizos de las Guadalerzas y de La Calderina, Sierra del Castañar y, en menor medida, al sector occidental de los Montes de Toledo, una importancia vital para la supervivencia de esta especie. Aunque actualmente no existen poblaciones reproductoras conocidas de lince en los Montes de Toledo, desde el año 2003, se vienen recogiendo muestras de excrementos en el territorio, habiéndose correspondido genéticamente algunas de ellas con esta especie, probablemente de individuos dispersantes. Por otro lado, en el marco del proyecto Life Iberlince se reintroducirán individuos con el objeto de establecer poblaciones reproductoras en sus territorios históricos.
Además de las especies antes mencionadas, los Montes de Toledo albergan importantes poblaciones de otras especies de fauna amenazada, mereciendo destacar, entre muchas otras, las poblaciones de nutria y de diversas especies de quirópteros, con importantes refugios como el de la Mina de La Serrana en Urda dentro del grupo de mamíferos, valiosas poblaciones de ciprínidos autóctonos o, entre los reptiles, las de lagarto verdinegro, que encuentra hábitats idóneos en el sector occidental de los Montes de Toledo.
En cuanto a la cubierta vegetal, este inmenso territorio está cubierto por formaciones de bosque y monte mediterráneo, con una rica variedad florística, dominando los encinares y dehesas de Quercus rotundifolia, que en zonas más templadas y húmedas son sustituidos por alcornocales. En muchas ocasiones, los condicionantes y usos históricos del suelo, han motivado que estos bosques se presenten en la formación conocida como mancha mediterránea, caracterizada por una cobertura prácticamente total del suelo y una alta diversidad de especies (madroño, labiérnago, brezo, durillo, coscoja, lentisco, cornicabra, etc.).
En situaciones más frías y de mayor humedad ambiental o del suelo, es decir, en las laderas orientadas al norte o en las partes más elevadas de la sierra, aparecen los robledales de Quercus pyrenaica. En general, se trata de bosques que han sido muy explotados en el pasado como monte bajo para leña, y que en la actualidad están recuperando poco a poco su estructura natural. Similares a los anteriores serían los robledales de Quercus faginea, aunque raramente aparecen de manera diferenciada, sino que es más frecuente su presencia entremezclada con los tipos anteriores, en algunas rañas o fondos de valle, con suelos profundos.
También son de importancia, los matorrales de sustitución de los tipos de bosques anteriores, de gran valor paisajístico, como los jarales o los brezales secos, los enebrales arborescentes o los matorrales termófilos con especies como el olivo o el acebuche. Conviene hacer mención, además, a la gran extensión ocupada por pinares de repoblación de pino resinero y piñonero, procedentes de plantaciones realizadas a partir de los años 50 del pasado siglo.
Es imprescindible mencionar otras formaciones vegetales más singulares y escasas, asociadas a localizaciones muy particulares. Es el caso de los bosques de galería asociados a ríos y arroyos, como las fresnedas, saucedas y alisedas. También son destacables los brezales húmedos con Erica lusitanica o los tamujares y, por su rareza, todos aquellos enclaves con humedad permanente denominados turberas, bonales o trampales, en los que condiciones especiales del suelo han motivado una especialización de la flora presente, con especies como Erica tetralix, Genista anglica, Myrica gale o plantas insectívoras como la Drosera rotundifolia.
En cuanto a la flora singular, se conservan bosques relictos de climas eurosiberianos con abedul, tejo y acebo, o especies indicadoras de climas pasados de tipo tropical como el loro (Prunus lusitanica), así como formaciones de plantas protegidas que colonizan los roquedos y pedrizas. |